Conchi Blanco, del pan al plato con El Llagostí como protagonista

Conchi Blanco, del pan al plato con El Llagostí como protagonista

Conchi Blanco vino de un pueblo de Pisuerga a Alicante para cambiar de vida y de aires. Tras formarse en la panadería de su padre decidió probar suerte en nuestra tierra y tocar otras profesiones que tuviesen como denominador común el uso de su herramienta favorita: las manos. Esta mujer de look actual y desenfadado, de sonrisa siempre dispuesta, nos recibió en su local de la Calle San Francisco: El Llagostí. Allí nos contó su trayectoria, sus inquietudes y cómo ha sobrevivido ya 7 años con una oferta basada en platos sencillos, frescos, sabrosos y saludables. Gracias por compartir tu historia, Conchi.

Pela y coloca los langostinos sobre una bandeja con papel especial, los mete al horno con el grill muy subido. En un visto y no visto los tiene listos. Cambio de bandeja, sal rosa del Himalaya, aceite de oliva y comanda lista. Apenas hay que manipular el langostino. Una receta muy sencilla pero muy sabrosa por la calidad del producto. Conchi es una persona altamente creativa que confiesa que su secreto es la constancia en el trabajo. Sus manos están repletas de experiencia y sabiduría, aquella que ha ido absorviendo de su padre y de todo aquél que le enseñó algo nuevo. Hablamos con ella en su local de la Calle San Francisco mientras nos prepara una ensalada de quinoa con verduritas salteadas y el plato de langostinos de la casa.

Conchi, vallisoletana de nacimiento y residente ahora en Alicante. Cuéntanos tus orígenes: Yo me formé en una panadería, tiene mucho que ver con la restauración pero es otro sector. Trabajar en la panadería de mis padres ha sido mi vida hasta los 25 años. Me negué a ir al colegio porque yo quería ir a la panadería y bueno, en aquel entonces te dejaban hacer esas cosas. Así que dejé el colegio a los 12 años y empecé a trabajar con mi padre por las noches.

Duro oficio el de la panadería, claro que con ganas todo es más llevadero y más si te viene de familia ¿verdad?: Exacto. La panadería de mi padre, Horno Blanco, está en Cabezón de Pisuerga (Valladolid) desde 1857 -nosotros somos de allí-. Ahora la lleva mi hermano. Desgraciadamente se terminan ya las generaciones de panaderos. Es un trabajo que te tiene que salir desde dentro porque requiere mucho sacrificio y está muy poco compensado. Tiene que ser muy vocacional. Si no hay vocación no hay trabajo.

 

 

Seguro que aprendiste mucho trabajando codo con codo con tu padre: Fue un proceso de aprendizaje intenso, de los que te enseñan desde abajo. Empecé limpiando, luego aprendí a conservar y hasta que llegué a producir. Ha sido mi pasión siempre y luego con los años pues lo trasladé poco a poco a lo que es la cocina.

Y ¿cómo terminaste viniendo a Alicante?: Me vine a Alicante a los 25 años porque me gustaba mucho esta ciudad. Así que cogí a mi perrito, mi coche y mis libros y ¡vida nueva!

Y nada más llegar ¿a qué te dedicabas?: Lo primero que hice es recoger almendra en Jijona (risas). Estuve 9 años allí viviendo, un pueblo encantador.

¿Y continuaste con el oficio de panadera?: Sí, un tiempo después llegué a tener una panadería propia en Elda que se llamaba Horno Blanco. Estuve unos años hasta que, por circunstancias de la vida, tuve que dejarla y emprendí otro camino muy paralelo al de la panadería: la decoración (risas).

¡Vaya! Menudo giro: !Sí! (risas). Realmente yo estudié Diseño Textil en la Escuela de Alcoy al poco tiempo de llegar a Alicante. Y es que siempre me ha gustado trabajar con las manos: modelar, pintar… Así que me dediqué durante unos 6 o 7 años al diseño. De hecho, antes de montar la panadería de Elda, trabajé en Alcoy como diseñadora. Me gustaba, sí, pero yo lo veía como trabajar con las manos pero muy “limpiamente” (risas).

 

 

Veo que le das mucha importancia a eso de trabajar con las manos: Siempre he trabajado con las manos son mi principal herramienta.

Y después de toda esa trayectoria, ¿cómo se te ocurrió montar un restaurante en el centro de Alicante?: Pues después de todo eso, conocí a mi actual pareja, Carlos. Él es un amante de la cocina. Mucho más que yo. Él me metió en este mundillo y me implicó para formar el restaurante.

Así que Carlos es tu inspiración ¿no?: Carlos es la cabeza de la cocina y yo soy las manos, yo lo llevo todo a la práctica. Carlos ha sido el 60% de esta idea.

El tándem perfecto por lo que veo. ¿Y cómo surge el nombre de El Llagostí?: Carlos es de Madrid y allí conoció un local en el que se servían bandejas de langostinos enormes y él quería que ese fuese el plato estrella, así que la idea viene un poco de ahí. Un día una amiga de aquí nos dijo: “tenéis que llamarle El Llagostí, suena bien, es vuestro plato y puede ir a todas partes”. Y ahí lo tienes, fácil ¿eh? (risas).

 

 

Entonces, desde su inicio, la oferta principal del negocio son los langostinos ¿no?: En un principio El Llagostí nació con el concepto de tostas y langostinos porque ambas cosas representan la cocina de Carlos. Él es una persona a la que le encanta celebrar reuniones familiares y de amigos y siempre es el que se encarga de la comida. Y por este motivo eran platos que podíamos tener con facilidad, teniendo en cuenta las dimensiones del local y la cocina, claro.

Es muy inspirador eso de que las ganas de cocinar vengan un poco de las reuniones de amigos que soléis celebrar. También empleariáis a los amigos de catadores, imagino: Sí, antes de abrir el bar hicimos muchas reuniones con amigos en las que poníamos sobre la mesa la comida que íbamos a servir y gracias a eso se eliminaban muchas cosas, otras se mejoraban o se aceptaban.

 

 

Respecto a la ubicación del local, esta calle es una de las que más han crecido en el centro de Alicante en los últimos años, pero supongo que hace 7 años no era todo tan fácil: Yo le vi posibilidades aunque esta zona estaba bastante deteriorada. Esto había sido un locutorio y el local estaba un poco mal. Aún así nos metimos y lo reformamos nosotros, con mucho empeño. Y desde entonces seguimos trabajando.

Y con el paso de los años, ¿cómo ha afectado esta evolución al local?: Como te decía, cuando abrimos el bar lo hicimos con un concepto muy concreto: tostas, langostinos y ya. Entonces, cuando la calle comienza a funcionar -que fue al año de abrir más o menos-, se te presenta el reto de: “y ahora ¿qué más?”. Llega un momento en el que tienes que evolucionar. Nosotros nos metimos en ensaladas, hojaldres…

¿Cuál era el mayor reto para ti?: Los emplatados, era lo que más respeto me daba. Mi lema ha sido siempre: “Si algo te afecta a la vista es que no está bien hecho” o sea, que hasta que tu vista no se adapte a lo que está viendo es que no está bien planteado. Los ingredientes pueden ser los mismos pero a veces tienes que darle mil vueltas al plato hasta que te cuadre. Quizá esto no me ocurriría si hubiese tenido una formación pero bueno. Así que para mí el reto era el emplatado.

 

 

Al parecer, saliste airosa de la situación (risas). ¿Cuál es tu imprescindible dentro de la cocina?: Mi horno. Por ejemplo, ahora en mi carta hay muchísima verdura y toda la hago al horno. Los asados, los guisos, las mini hamburguesas… todo lo hago en el horno y todo sale perfecto. Como si fuese una plancha, y es que lo trabajo como si fuese una plancha. Añadimos aceite virgen extra de máxima calidad y ya está.

Después de los langostinos, ¿cuál es el plato que más triunfa?: Las ensaladas gustan mucho. Todo sale bastante la verdad, porque las hamburguesas por ejemplo, están hechas de carne con Denominación de Origen del Valle del Esla y es un producto que tienen una calidad y eso a la gente le gusta.

 

 

Echando una mirada atrás, ¿con qué te quedas de estos últimos 7 años?: Mi valoración de estos 7 años es muy buena porque llevo toda la vida trabajando muchísimo y en este periodo de tiempo he tenido una recompensa tanto personal como profesional muy grande. Antes siempre me faltaba alguna parte y en estos 7 años al fin tengo las dos.

El Llagostí
Calle San Francisco, 15 - Alicante
965 045 715

 

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28-09-2017

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